Con ésta victoria el Júpiter cierra la primera vuelta como líder indiscutible de la categoria. Disfrutemos pues de la crónica de Imperioso antes del regreso a los artículos de ajedrez...
ESTA CASA ES UNA RUINA
Después de una improvisada cordada que nos condujo hasta las últimas rampas de la calle Margarit, llegamos al histórico campo de la Satàlia. El flamante líder, el equipo centenario de nuestras entretelas, protagonista de nuestro desvelo, que tanto nos ha hecho sufrir a lo largo y ancho de estos últimos cinco años, tenía que defender la primera posición ante el Atlético Poble Sec, un equipo voluntarioso en situación delicada. Pagamos religiosamente nuestros números para el sorteo de un tinto de solera y un salchichón casero ibérico de cuatrocientos gramos envasado al vacío y nos adentramos en el tenebroso mundo de la Satàlia. Una primera inspección ocular, superficial, el cielo gris transilvano con la Sagrada Familia recortada al fondo, las grietas en los muros desconchados, las volanderas matas de amaranto arrancadas de cuajo desplazándose por el graderío al capricho del viento, las barandillas de blanca pintura descascarillada, las gradas húmedas y resbaladizas, de complicado acceso si no te guiaba un jorobado embozado de negro y con una lámpara de minero en la mano, y la espesa vegetación, que le ganaba terreno al cemento como Holanda lo hace al mar, nos inquietó mucho, mucho. Por si eso fuera poco, el Júpiter contribuyó a meter el miedo en el cuerpo a los seguidores grisgranas no enterándose de qué iba la película que allí se estaba proyectando. Los muchachos de la Verneda corretearon alegremente y de un modo inconsciente por el césped artificial del estadio durante el primer cuartote hora, como pudieran hacerlo los candorosos Heidi y Pedro bajo la cómplice mirada de aquel abuelo tan entrañable, mientras los blanquiazules se dedicaron a practicar buen fútbol y acribillar a nuestro portero a base de chutes malintencionados. Surgió entonces San Sergio Cancerbero, patrón de defensas durmientes y pelotazos imposibles, y mantuvo con bastante trabajo el empate a cero durante unos primeros quince minutos que más nos valdría olvidar. La caraja reinante enardeció al público local, especialmente a un grupúsculo de prépuberes que se hizo amo de la grada y aprovechó la confusión visitante para dar rienda suelta a lo peor de su vocabulario lumpen. Los niños, libres al fin de sus tutores, progenitores y profesores, o quizás celebrando un permiso de fin de semana que les habían dado en el correccional, no pararon de increpar al primero que tenía la desgracia de cruzar por delante de su campo visual. Tanto es así que, de no ser porque no los tenía vistos de la Verneda, llegué a dudar de sus colores. Debían de ser del Poble Sec. El grupito de jóvenes vociferantes, algunos con marcado acento del Atlas, decidió pronto que el objeto más cómodo de su ira iba a ser el árbitro, siendo regalados los oídos del pobre hombre con una variada ristra de epítetos, a cual más original. Del colegial ¡fatty bomba! se pasó al más castizo ¡pajillero!, llegando a continuación al más elaborado ¡hijo de puta madre! (interesante evolución del concepto original que no deja claro si es un insulto o si, por el contrario, se trata de una alabanza), para luego probar con el infantil ¡teletubbie!, el hiriente y siempre eficaz ¡bujarrón! o el inhabitual ¡zoofílico! (pronunciado sofílico, que tiene más gracia). Estoicamente aguantó el trencilla la lluvia de insultos, del mismo modo que lo hicimos los demás con el chirimiri calador que tuvimos que soportar durante toda la mañanita. Supimos adivinar en su rostro de juez deportivo miradas suplicantes de mártir arrojado a los leones, poco efectivas, dirigidas a los energúmenos y no al cielo, pero poco más. Los gamberretes insistieron, inasequibles al desaliento, en su labor de minar la moral del colegiado. Ni las recomendaciones de la parroquia visitante (“niño, vete a hacer la comunión”) ni algún tímido arranque de piedad (¿por qué lo insultamos si ha pitado a nuestro favor?”) ni la charla admonitoria sostenida en voz alta por dos señoras con vocación de Henry Higgins para que fuese escuchada por los pequeños delincuentes surtió efecto. “Mientras están aquí no se están drogando en el parque”, debió de pensar alguno que no fui yo. Por lo menos dejaron de hacerlo durante la primera parte ya que, tras saltar al terreno de juego en el descanso para darle unas cuantas patadas al balón, desaparecieron antes del inicio del segundo período. Creció el equipo tras el par de sustos iniciales y acabó tomando las riendas de un partido que no tenía que escaparse. Se consolidó la defensa, en la cual celebré volver a ver de titular a Ángel; el centro del campo mostró su carta de presentación con ese Serrano que ha tomado posesión definitiva, espero, del número cuatro; y la delantera empezó a moverse y a incordiar como sólo ella sabe hacerlo en el grupo dos de esta categoría. Eso sí, los del ataque un poco espesitos, ya que caían con demasiada frecuencia en el fuera de juego urdido por los locales.
La segunda parte comenzó como había acabado la primera, con un Júpiter trabajador que ejercía de líder sin desplegar el juego que a todos nos hubiera gustado. Pero sin pipas ya, devoradas todas, y sin niños. Las plegarias de los gentiles a San Herodes parecían haber sido escuchadas por el buen rey judío. Las señoras de detrás le daban a la sinhueso abordando ahora el tema Avatar, film que, por cierto, me trae sin cuidado. Al final llegó el primer gol de Ramón. Cuando este chico encara al portero tienes la seguridad de que el balón va a acabar en la red y eso te hace seguir los partidos más tranquilo. Tranquilidad que se agradece infinitamente y más si estás acostumbrado a ver a menudo encuentros donde coinciden Perea, Ujfalusi, Pablo o Juanito y encima aspiras a que el equipo en el que juegan, encima, gane. Ramón ya lo hacía así hace un par de temporadas y sigue igual. El tanto dejó groguis a los del Poble Sec y Trigo fue el encargado de materializar el dominio ejercido sobre el terreno de juego en forma de gol con un fuerte disparo que se coló a la izquierda del portero. Nuevos episodios de alborozo y euforia jupiterista se pudieron presenciar sobre el mojado cemento de la Satàlia, desconocidos que se abrazaban de manera descontrolada, con la satisfacción del deber cumplido, aficionados enloquecidos elevando sus puños al cielo, incluso trompetas celestiales se escucharon en ese momento inenarrable en el cual me pareció intuir que el firmamento se abrió y un rayo de luz iluminó el cráneo de nuestro querido entrenador. Con dos goles de ventaja, Trigo sufrió un doloroso golpe en el tobillo, recadito del portero local en el área pequeña y con la jugada anulada previamente por el juez de la contienda. El nueve fue sustituido al poco. Otro tanto le ocurrió a Ramón, quien debió abandonar el campo con un fuerte golpe en el costado. Esperemos que en el próximo partido, en el estadio de La Llagosta, podamos contar con la presencia de los dos máximos artilleros del equipo, y del grupo, con quince dianas cada uno. A dos minutos del final los blanquiazules recortaron la ventaja del Júpiter, aprovechando un balón muerto dentro del área. El remate, en semifallo, no pudo ser detenido por Sergio, protagonista hoy de un excelente encuentro, con intervenciones determinantes tanto en la primera como en la segunda mitad. A pesar de los cinco minutos de prolongación decretados por el árbitro, la parroquia visitante no sufrió demasiado. El equipo controló bien esos últimos instantes y el Poble Sec apenas pudo inquietar nuestra área.
Camino de la salida nos cruzamos con las futbolistas que iban a disputar un encuentro acto seguido. Entre las niñas del Poble Sec sobresalía una que así, a bote pronto, diría que me sacaba un palmo y tres cuartas. Desmoralizado y ridiculizado por lo generosa que había sido la naturaleza con esa atleta prodigiosa, me dirigí cabizbajo hacia la puerta. De repente fui advertido de que el número agraciado en el sorteo había sido el setecientos cincuenta y nueve, siete, cinco, nueve, cifra que estaba en mi ristra y a la que ya me he suscrito para futuros sorteos en la Verneda. ¿Que cómo he hecho la reserva? Muy sencillo, escribiendo a la web del club, que está muy bien porque la actualizan una o dos veces al mes si les va bien. Evidenciando un estado de ánimo completamente diferente al que me había sumido la Semenaya local, entré en el bar agitando alborozado mis numeritos. Segundos después salía de allí con mi vino y mi salchichón y me hacía unas fotos con tan suculentas viandas a la salida del estadio, al modo y manera de los cazadores que agarran de los cuernos a un venado abatido por sus disparos o al de los reyes sentados sobre el lomo de un oso borracho que les han puesto a tiro para que se vuelvan contentos a sus respectivos países (se aconseja aquí una rápida consulta en el Google de la voz Mitrofán).
Con los tres puntos en el morral y cerca de ochenta fotografías en la tarjeta de la cámara, recuperamos energías en el selecto Punjabi Bar de la calle Tapioles donde, a pesar de no degustar su máxima especialidad, que son las paellas, se come de cojones y los camareros te tratan muy bien sin llegar al servilismo que se estila en otros restaurantes de corte oriental. Tras una pequeña visita turística por las coquetuelas callejas del Poble Sec, me dirigí entonces hacia el Foment Martinenc, donde se celebraban las diferentes finales de la Copa Catalana. Allí me encontré con Ricard, Jordi, Javi, Beto, Fernando, Carles, Lluís, Josep, Alf, Patty, Miliki, Frog Boy, uno de los ZZ Top y muchos otros personajes más. Pero eso, si quiere, ya os lo contará Jordi…
Starring: Sergio; Sebas (Bernal); Héctor; Serrano (Xabi Altuna); Ángel; Jordi Costa; Ramón (Angulo); Diéguez; Trigo (Gaby); Peke (Xavi); Carlitos Vidal.
Also starring: Songoku; Greymaroon; Puromán; Puromán tripudo; una profesora universitaria de derecho; el lateral derecho del Poble Sec, más bajito que Vidal; una deslenguada peña de niños mayoritariamente alauita; la señora jupiterista de la bocina (quizás la que nos acompañó en el campo del Sant Crist); el enloquecido operario encargado del marcador electrónico, que adelantó y atrasó cuanto quiso el minutero e, incluso, le adjudicó un segundo gol a los locales en un minuto noventa y siete que ni siquiera llegó a jugarse; la Semenaya blanquiazul; la chica del bar de la Satàlia; el atento personal del Punjabi Bar.
Después de una improvisada cordada que nos condujo hasta las últimas rampas de la calle Margarit, llegamos al histórico campo de la Satàlia. El flamante líder, el equipo centenario de nuestras entretelas, protagonista de nuestro desvelo, que tanto nos ha hecho sufrir a lo largo y ancho de estos últimos cinco años, tenía que defender la primera posición ante el Atlético Poble Sec, un equipo voluntarioso en situación delicada. Pagamos religiosamente nuestros números para el sorteo de un tinto de solera y un salchichón casero ibérico de cuatrocientos gramos envasado al vacío y nos adentramos en el tenebroso mundo de la Satàlia. Una primera inspección ocular, superficial, el cielo gris transilvano con la Sagrada Familia recortada al fondo, las grietas en los muros desconchados, las volanderas matas de amaranto arrancadas de cuajo desplazándose por el graderío al capricho del viento, las barandillas de blanca pintura descascarillada, las gradas húmedas y resbaladizas, de complicado acceso si no te guiaba un jorobado embozado de negro y con una lámpara de minero en la mano, y la espesa vegetación, que le ganaba terreno al cemento como Holanda lo hace al mar, nos inquietó mucho, mucho. Por si eso fuera poco, el Júpiter contribuyó a meter el miedo en el cuerpo a los seguidores grisgranas no enterándose de qué iba la película que allí se estaba proyectando. Los muchachos de la Verneda corretearon alegremente y de un modo inconsciente por el césped artificial del estadio durante el primer cuartote hora, como pudieran hacerlo los candorosos Heidi y Pedro bajo la cómplice mirada de aquel abuelo tan entrañable, mientras los blanquiazules se dedicaron a practicar buen fútbol y acribillar a nuestro portero a base de chutes malintencionados. Surgió entonces San Sergio Cancerbero, patrón de defensas durmientes y pelotazos imposibles, y mantuvo con bastante trabajo el empate a cero durante unos primeros quince minutos que más nos valdría olvidar. La caraja reinante enardeció al público local, especialmente a un grupúsculo de prépuberes que se hizo amo de la grada y aprovechó la confusión visitante para dar rienda suelta a lo peor de su vocabulario lumpen. Los niños, libres al fin de sus tutores, progenitores y profesores, o quizás celebrando un permiso de fin de semana que les habían dado en el correccional, no pararon de increpar al primero que tenía la desgracia de cruzar por delante de su campo visual. Tanto es así que, de no ser porque no los tenía vistos de la Verneda, llegué a dudar de sus colores. Debían de ser del Poble Sec. El grupito de jóvenes vociferantes, algunos con marcado acento del Atlas, decidió pronto que el objeto más cómodo de su ira iba a ser el árbitro, siendo regalados los oídos del pobre hombre con una variada ristra de epítetos, a cual más original. Del colegial ¡fatty bomba! se pasó al más castizo ¡pajillero!, llegando a continuación al más elaborado ¡hijo de puta madre! (interesante evolución del concepto original que no deja claro si es un insulto o si, por el contrario, se trata de una alabanza), para luego probar con el infantil ¡teletubbie!, el hiriente y siempre eficaz ¡bujarrón! o el inhabitual ¡zoofílico! (pronunciado sofílico, que tiene más gracia). Estoicamente aguantó el trencilla la lluvia de insultos, del mismo modo que lo hicimos los demás con el chirimiri calador que tuvimos que soportar durante toda la mañanita. Supimos adivinar en su rostro de juez deportivo miradas suplicantes de mártir arrojado a los leones, poco efectivas, dirigidas a los energúmenos y no al cielo, pero poco más. Los gamberretes insistieron, inasequibles al desaliento, en su labor de minar la moral del colegiado. Ni las recomendaciones de la parroquia visitante (“niño, vete a hacer la comunión”) ni algún tímido arranque de piedad (¿por qué lo insultamos si ha pitado a nuestro favor?”) ni la charla admonitoria sostenida en voz alta por dos señoras con vocación de Henry Higgins para que fuese escuchada por los pequeños delincuentes surtió efecto. “Mientras están aquí no se están drogando en el parque”, debió de pensar alguno que no fui yo. Por lo menos dejaron de hacerlo durante la primera parte ya que, tras saltar al terreno de juego en el descanso para darle unas cuantas patadas al balón, desaparecieron antes del inicio del segundo período. Creció el equipo tras el par de sustos iniciales y acabó tomando las riendas de un partido que no tenía que escaparse. Se consolidó la defensa, en la cual celebré volver a ver de titular a Ángel; el centro del campo mostró su carta de presentación con ese Serrano que ha tomado posesión definitiva, espero, del número cuatro; y la delantera empezó a moverse y a incordiar como sólo ella sabe hacerlo en el grupo dos de esta categoría. Eso sí, los del ataque un poco espesitos, ya que caían con demasiada frecuencia en el fuera de juego urdido por los locales.
La segunda parte comenzó como había acabado la primera, con un Júpiter trabajador que ejercía de líder sin desplegar el juego que a todos nos hubiera gustado. Pero sin pipas ya, devoradas todas, y sin niños. Las plegarias de los gentiles a San Herodes parecían haber sido escuchadas por el buen rey judío. Las señoras de detrás le daban a la sinhueso abordando ahora el tema Avatar, film que, por cierto, me trae sin cuidado. Al final llegó el primer gol de Ramón. Cuando este chico encara al portero tienes la seguridad de que el balón va a acabar en la red y eso te hace seguir los partidos más tranquilo. Tranquilidad que se agradece infinitamente y más si estás acostumbrado a ver a menudo encuentros donde coinciden Perea, Ujfalusi, Pablo o Juanito y encima aspiras a que el equipo en el que juegan, encima, gane. Ramón ya lo hacía así hace un par de temporadas y sigue igual. El tanto dejó groguis a los del Poble Sec y Trigo fue el encargado de materializar el dominio ejercido sobre el terreno de juego en forma de gol con un fuerte disparo que se coló a la izquierda del portero. Nuevos episodios de alborozo y euforia jupiterista se pudieron presenciar sobre el mojado cemento de la Satàlia, desconocidos que se abrazaban de manera descontrolada, con la satisfacción del deber cumplido, aficionados enloquecidos elevando sus puños al cielo, incluso trompetas celestiales se escucharon en ese momento inenarrable en el cual me pareció intuir que el firmamento se abrió y un rayo de luz iluminó el cráneo de nuestro querido entrenador. Con dos goles de ventaja, Trigo sufrió un doloroso golpe en el tobillo, recadito del portero local en el área pequeña y con la jugada anulada previamente por el juez de la contienda. El nueve fue sustituido al poco. Otro tanto le ocurrió a Ramón, quien debió abandonar el campo con un fuerte golpe en el costado. Esperemos que en el próximo partido, en el estadio de La Llagosta, podamos contar con la presencia de los dos máximos artilleros del equipo, y del grupo, con quince dianas cada uno. A dos minutos del final los blanquiazules recortaron la ventaja del Júpiter, aprovechando un balón muerto dentro del área. El remate, en semifallo, no pudo ser detenido por Sergio, protagonista hoy de un excelente encuentro, con intervenciones determinantes tanto en la primera como en la segunda mitad. A pesar de los cinco minutos de prolongación decretados por el árbitro, la parroquia visitante no sufrió demasiado. El equipo controló bien esos últimos instantes y el Poble Sec apenas pudo inquietar nuestra área.
Camino de la salida nos cruzamos con las futbolistas que iban a disputar un encuentro acto seguido. Entre las niñas del Poble Sec sobresalía una que así, a bote pronto, diría que me sacaba un palmo y tres cuartas. Desmoralizado y ridiculizado por lo generosa que había sido la naturaleza con esa atleta prodigiosa, me dirigí cabizbajo hacia la puerta. De repente fui advertido de que el número agraciado en el sorteo había sido el setecientos cincuenta y nueve, siete, cinco, nueve, cifra que estaba en mi ristra y a la que ya me he suscrito para futuros sorteos en la Verneda. ¿Que cómo he hecho la reserva? Muy sencillo, escribiendo a la web del club, que está muy bien porque la actualizan una o dos veces al mes si les va bien. Evidenciando un estado de ánimo completamente diferente al que me había sumido la Semenaya local, entré en el bar agitando alborozado mis numeritos. Segundos después salía de allí con mi vino y mi salchichón y me hacía unas fotos con tan suculentas viandas a la salida del estadio, al modo y manera de los cazadores que agarran de los cuernos a un venado abatido por sus disparos o al de los reyes sentados sobre el lomo de un oso borracho que les han puesto a tiro para que se vuelvan contentos a sus respectivos países (se aconseja aquí una rápida consulta en el Google de la voz Mitrofán).
Con los tres puntos en el morral y cerca de ochenta fotografías en la tarjeta de la cámara, recuperamos energías en el selecto Punjabi Bar de la calle Tapioles donde, a pesar de no degustar su máxima especialidad, que son las paellas, se come de cojones y los camareros te tratan muy bien sin llegar al servilismo que se estila en otros restaurantes de corte oriental. Tras una pequeña visita turística por las coquetuelas callejas del Poble Sec, me dirigí entonces hacia el Foment Martinenc, donde se celebraban las diferentes finales de la Copa Catalana. Allí me encontré con Ricard, Jordi, Javi, Beto, Fernando, Carles, Lluís, Josep, Alf, Patty, Miliki, Frog Boy, uno de los ZZ Top y muchos otros personajes más. Pero eso, si quiere, ya os lo contará Jordi…
Starring: Sergio; Sebas (Bernal); Héctor; Serrano (Xabi Altuna); Ángel; Jordi Costa; Ramón (Angulo); Diéguez; Trigo (Gaby); Peke (Xavi); Carlitos Vidal.
Also starring: Songoku; Greymaroon; Puromán; Puromán tripudo; una profesora universitaria de derecho; el lateral derecho del Poble Sec, más bajito que Vidal; una deslenguada peña de niños mayoritariamente alauita; la señora jupiterista de la bocina (quizás la que nos acompañó en el campo del Sant Crist); el enloquecido operario encargado del marcador electrónico, que adelantó y atrasó cuanto quiso el minutero e, incluso, le adjudicó un segundo gol a los locales en un minuto noventa y siete que ni siquiera llegó a jugarse; la Semenaya blanquiazul; la chica del bar de la Satàlia; el atento personal del Punjabi Bar.
6 comentaris:
Ni el Mayor de los Grandes Maestros, Paco Ibáñez, hubiera podido trasladar a poesia la vetusta prosa del domingo ni musicar esta prosa poética!.
Deliciosa crónica como diria Shakespeare "once again"...
y aunque Paolo Conte il Maestro d'Asti discrepara, diria como en su canción "It's wonderful ".
Por cierto, aunque no venga mucho al caso, os paso un link de una instantánea que se escapó de la crónica del anterior encuentro contra los enemigos de lo rojo y lo negro ( en el que claudicaron, por fin en muchos siglos!!! ).
Como vereis, el mofletudo y regordete socio grisgrana 609 se coló en la line-up del Júpiter...y es que la causa lo valía!!!
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Un abrazo!
Greymaroon
¡Cielos, Greymaroon, vas a conseguir que me sonroje! Ahora mismo no funciona el enlace aunque creo que al protagonista de la foto ya tuve ocasión de verlo con su bufanda y todo...
Por cierto, Imperioso no se hace responsable de la fotografía que ilustra la crónica ;-)
Pues no funciona!!
Eso es que ha mediado el más alto aliado del St.Ignasi al ver diezmadas y ultrajadas sus azules mesnadas...
Ahora mismo le envio un sms a Karl Marx, a ver como lleva lo de la informática...de lo contrario habrá que hacerlo con un mail en privado, no se que diablos pasa!!
Por cierto, un abrazo y muchas blancas ( al diablo!! como decian en la extinta URSS ) al Master Jordi Sabaterovich Karpov! el otro dia coincidí con él en la calle cuando iba camino del matadero (gimnasio) y no pude más que intercambiar un par de palabras.
Greymaroon
¡¡¡Greymaroon un abrazo muy grande!!!
Parece que el link ya funciona
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Diooooos, qué foto. La piel de gallina, oiga... ;-)
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